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Conservar a nivel de paisaje: un paso hacia nuestro desarrollo, por Andrea Najera


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Sabemos que la biodiversidad es un elemento inherente para el desarrollo humano. Día a día las  necesidades de la humanidad son satisfechas a través de los múltiples beneficios que recibimos de los servicios ecosistémicos que presta, incluyendo alimentos, agua, bellezas escénicas, bienestar espiritual y mucho más.

Debido a su importancia, dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se incluye explícitamente la meta de conservar y utilizar en forma sostenible la biodiversidad terrestre y marina, como parte de la Agenda 2030 en pro de nuestro desarrollo  y “a favor de las personas, el planeta y la prosperidad”. Asimismo, es ampliamente conocido que la protección del medio ambiente, junto al desarrollo económico y al desarrollo social, constituyen los tres pilares del desarrollo sostenible. Esto ha sido reconocido por diversos países desde hace varios años, y a raíz de ello han desarrollado diversos instrumentos de política pública para responder a los compromisos internacionales que como Estado han adquirido para lograr la protección del medio ambiente.

Sin embargo, a pesar de su inmenso valor desde cualquier punto de vista, continuamos perdiendo biodiversidad a nivel mundial.  Sumado a ello,  las tendencias demográficas y crecientes demandas de la humanidad, hacen que cada vez necesitemos más áreas para el desarrollo de bienes de consumo, quedando menos terrenos disponibles que puedan ser destinados exclusivamente para la conservación.

Esto nos pone como sociedad, ante el reto y la necesidad de llevar a cabo acciones de conservación a nivel de paisaje, incluyendo, además de las áreas protegidas, los espacios productivos e intervenidos. A la vez, nos obliga a todos los habitantes a comprometernos con emprender acciones de conservación en todo el territorio, dejando de lado la premisa que el patrimonio natural del país está ya resguardado en las áreas protegidas, pues a pesar de ser necesarias, éstas resultan insuficientes hoy en día.

El reto es entonces llevar a cabo acciones de conservación aún en territorios con alta intensidad de uso. Esto es un desafío particularmente grande en áreas ampliamente intervenidas, en donde actividades como la agricultura, ganadería e industria han modificado grandes extensiones del paisaje. Sin embargo, a través de diversas acciones que incluyen el involucramiento directo de diversos sectores y actores, es posible acercarnos a un esquema de conservación a nivel del paisaje en donde al mismo tiempo se desarrollen actividades productivas.

Existen varias maneras de procurar la conservación de la biodiversidad en paisajes productivos. Por ejemplo, se ha demostrado que es posible que ciertas plantaciones comerciales alberguen diversidad biológica en su interior si éstas son manejadas adecuadamente, permitiendo entre otros, la existencia de múltiples estratos de vegetación en su interior (por ejemplo café con sombra, o pino con sotobosque). Asimismo, la rotación de cultivos, o el manejo de pastizales para ganadería, puede traer beneficios para la conservación de la biodiversidad. En menor escala, las huertas familiares con alta diversidad de plantas y los cercos vivos son capaces también de alojar especies nativas de flora y fauna.

Diversas culturas han transmitido de generación en generación este tipo de prácticas productivas que favorecen la conservación de la biodiversidad, pues reconocen que es parte fundamental de la sostenibilidad de sus sistemas de producción. La rotación de cultivos, los cercos vivos, las huertas familiares, o el manejo de pastizales son sólo algunos ejemplos de estas tradiciones. Estas costumbres han sido claves en la construcción de  la identidad de un sinnúmero de comunidades locales, que viven un pasado y un presente vinculado estrechamente a los recursos naturales que les rodean. En la medida que nuevas generaciones tengan la posibilidad de replicar estas prácticas, ellas serán un ejemplo y una oportunidad para construir un modelo de desarrollo que permita  resguardar nuestro patrimonio natural y cultural en zonas productivas. En resumen, se trata de que la sociedad en su conjunto tome conciencia de la necesidad de una adecuada gestión del territorio, para lograr, a distintas escalas y con diversas actividades, un paisaje de conservación y desarrollo.

Debemos reconocer pues la dependencia que tenemos de los bienes y servicios los ecosistemas,  y la urgente necesidad de hacer una  adecuada gestión éstos. Es por ello que en todos los ámbitos de la sociedad –político,  público, privado, académico, sociedad civil,  etc.- debe fortalecerse el compromiso de involucrarse activamente en la conservación de nuestro patrimonio natural, cada uno desde su propio espacio y realidad. Somos nosotros los agentes del cambio y solo así podremos asegurar nuestro desarrollo y el bienestar de las presentes y futuras generaciones.

*Andrea Najera,  bióloga (Universidad del Valle de Guatemala), Master en Ecología y en Ciencia Política (Universidad de Chile).  Actualmente es técnica para el Proyecto “Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad en Áreas Protegidas Marino Costeras”.  

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