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PATRIMONIO NATURAL: VISIBILIZANDO UN RELATO IGNORADO, POR GABRIELA SIMONETTI-GREZ

En el segundo número de la Revista de Gestión Cultural, de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, que trata el tema «Estado de la gestión patrimonial en Chile», nuestra Directora Ejecutiva, Gabriela Simonetti-Grez ha publicado el artículo «Patrimonio Natural: Visibilizando un relato ignorado«. La columna aborda como nuestro patrimonio natural y cultural están intimanente ligados en la construcción de nuestro relato histórico.


publicacion revista gestion cultural

Nuestro relato histórico comprende la memoria colectiva respecto las experiencias, recuerdos y códigos con los cuales establecemos nuestra identidad y construimos sentidos de pertenencia.  Tradicionalmente, en la construcción de nuestro relato los Patrimonios Cultural y Natural han sido tratados y gestionados de forma disociada. El Patrimonio Cultural es considerado como el conducto para vincular a cada individuo y su comunidad con su historia, adjudicándosele la encarnación del valor simbólico de las identidades culturales,  clave para entender comunidades diferentes, contribuyendo al  diálogo entre civilizaciones y culturas. De este modo, la búsqueda de las huellas que constituyen este relato se focaliza en las intervenciones humanas -ya sea de forma material o inmaterial-. Sin embargo, usualmente se excluye o minimiza el valor del patrimonio natural en la construcción del relato cultural. En la gestión tradicional, la importancia otorgada al cuidado de este patrimonio se relaciona con la preservación de la calidad escénica de los paisajes, la conservación de la diversidad de sus hábitats y sus especies,  gestionadas independiente y en  paralelo a la gestión del patrimonio cultural.

No obstante, deberíamos considerar que el Patrimonio Natural -y todo el medio ambiente- constituye el dominio donde toda actividad humana se desenvuelve, por lo que nuestras acciones afectan este Patrimonio, algo no siempre evidente. Esta relación entre los efectos causados por la acción humana al medio es bidireccional, pues la naturaleza también incide en las actividades humanas. Es esta interacción la que aún no se plasma al momento de concebir y gestionar el  Patrimonio Natural como constituyente de la cultura.

Que el Patrimonio Natural no sea generado por la acción humana suele asociarse a una ausencia de relato. Sin embargo,  la ausencia de intervención en su génesis no implica ausencia de interacción. La Humanidad ha  vivido en constante relación con su  entorno natural. Por ejemplo, aún cuando hombres y mujeres se han dispersado por casi toda la superficie terrestre, las civilizaciones han aparecido mayoritariamente en determinados puntos del planeta, caracterizados por ofrecer amplios suministros de agua y suelo fértil para la agricultura. Otro ejemplo son las separaciones geográficas o límites naturales para dividir territorios: el río Bravo entre Estados Unidos y México, el río Usumacinta entre México y Guatemala y la cordillera de los Andes entre Chile y Argentina, pueblos mutuamente llamados  “trasandinos”. Igualmente,  podemos graficar la relación naturaleza-cultura con los espacios sagrados que son fundamentales ene muchas civilizaciones, como los ríos Ganjes y Jumna, que reciben a hinduistas a buscar la purificación, mientras los árboles sagrados como el Roble eran adorados por los celtas y algunas fuentes, montañas, bosques y desfiladeros constituían espacios de culto de conexión con las creencias en los pueblos andinos.

Sin ir más lejos, en Chile existe una larga tradición que entrelaza historia con naturaleza. Los pueblos originarios basaban su sistema de vida y costumbres en el uso de diferentes recursos naturales, otorgándole sentido al ambiente natural, desdibujando la dicotomía entre naturaleza y cultura. Los Selk`nam utilizaban carbón, arcilla, grasa y aceite de ballena, foca y guanaco para pintar sus cuerpos en la celebración de sus rituales. Los Kawésqar dependían de las pieles de lobos marinos, de los junquillos y el coigüe para construir sus viviendas y canoas y los Mapuche utilizan hasta hoy la murta y la costilla de vaca como plantas medicinales. Actualmente, la fauna chilena tiene significado cultural en muchas comunidades. El chucao puede anunciar con su canto la felicidad o la desgracia dependiendo del lado al que se le escuche cantar, mientras el vuelo bajo de un queltehue en la zona central pronosticaría lluvia. La identidad chilena está asociada a especies representativas de su territorio: el copihue y la araucaria son la flor y el árbol nacional, el cóndor y el huemul son los animales heráldicos y muchos pueblos y lugares reciben su nombre por la flora o fauna donde residen, como los Pehuenches, identidad asociada al fruto de la araucaria, el pehuén. Una infinidad de dichos y sobrenombres chilenos hacen alusión a las características de su biota, como “más malo que el natre” o “mata de arrayán florido”.  Por último, a diario la sociedad recibe beneficios de la naturaleza como la alimentación, la vestimenta y la recreación, que provienen de los paisajes naturales y su flora y fauna, que además de ser recursos naturales, tienen un valor cultural.

Esto nos demuestra que el ser humano cohabita y se define a sí mismo en función de su medio ambiente, y que si bien no existe necesariamente una intervención evidente en la génesis física del Patrimonio Natural, si existe una interacción latente que constituye nuestro Patrimonio Cultural: la ausencia de intervención no es sinónimo de ausencia de relato. Es tiempo de ponerlo en valor.

Pueden revisar la revista completa en el siguiente link: www.mgcuchile.cl

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